La
violencia en el fútbol argentino ya se cobró en total 278 muertes en 91 años. Directa
o indirectamente todas ellas están relacionadas al turbio sistema que rodea al
deporte más popular en nuestro país. Durante el 2013 ya tuvimos que
lamentar a 6 personas fallecidas, casi un cadáver por mes de promedio.
Complicidad y negociados de los poderosos han dejado gravísimas secuelas. El
principal perjudicado es el hincha común, que siempre sufre a cuestas de su
amor por la camiseta. ¿Habrá alguna solución? Por lo pronto los barra bravas
conviven con nosotros día a día y ya están aceptados por gran parte de la sociedad.
La primera
muerte registrada en nuestro país en un estadio de fútbol fue el 30 de julio de
1922, en la cancha de Sportivo Barracas. De todas maneras el primer caso de
trascendencia pública fue el del 14 de mayo de 1939, cuando Lanús recibía a Boca
en el Sur. Luis López (de 41 años) y Oscar Munitoli (de 9) fallecían tras los
disparos efectuados por un policía contra la tribuna visitante para disuadir
una pelea que había comenzado durante el encuentro.

Al presente
nos remontamos para recordar, hace muy poquito, la muerte de un hincha de Lanús
en el Estadio Único de la ciudad de La Plata. Mejor utilicemos la palabra
asesinato, ya que eso fue. Un video capturó el episodio cuando un policía
fusiló a quemarropa a Javier Jerez que aparentemente quería disuadir y evitar
la confrontación, mientras los simpatizantes granates incitaban a que la
policía reaccione. Este episodio fue la gota que rebalsó el vaso para el Comité
de Seguridad, que dispuso jugar las últimas dos fechas del campeonato de
Primera División sin público visitante. Lo mismo contemplaba al fútbol de
ascenso por supuesto, siempre azotado por experimentos de la AFA para probar
que medidas funcionan y cuales no.

Por lo
menos hubo un mínimo de coherencia por parte de la dirigencia azulgrana y no se
jugaron los 90 minutos. Sino repasen la interminable lista de hechos violentos
en Argentina, mientras la pelota sigue rodando. Solamente por citar un caso,
nos remontamos a agosto del 2012 cuando Nueva Chicago recibió a Gimnasia de
Jujuy. El partido fue solo una excusa para los de Mataderos que, acostumbrados
a estar en el ojo de la tormenta, siguen inmersos en una interna de disputa
política. Las dos barras principales (Los Perales y Las Antenas) fueron divididas
por algo más que el poder del club. Una responde a funcionarios del PRO
(dirigido por Mauricio Macri) y la otra a funcionarios K del Gobierno Nacional.
En el medio, el tercer actor, la policía. Durante el aburrido empate sin goles,
se produjeron gravísimos incidentes entre los 3 grupos mencionados. Una facción
recibió el derecho de admisión y el siguiente paso no tardó en llegar:
enfrentamiento, varios heridos por disparos de bala y ni un solo detenido. ¿Qué
mejor manera de reflejar lo que vivimos hoy en día? Política, violencia y a
pesar de todo, sí, fútbol.

Ricardo
Casal, presidente del Coprosede y Ministro de Justicia y Seguridad Bonaerense, está
a cargo no solo de la prevención y el cuidado del público en general sino
también del castigo y sanción tanto hacia los clubes como a los simpatizantes
violentos de éstos mismos. Su vicepresidente y mano derecha es Rubén Pérez, quien
fue dos veces procesado por encubrimiento agravado. Si la cabeza no está
limpia, como creen que los que trabajan para ella van a estarlo.
Si uno
analiza como los “barras” se insertaron en la sociedad y pueden manejarse con
total impunidad, hay que referirse al comienzo del problema: la relación con
jugadores, dirigentes, políticos y periodistas. De ahí nacen sus negocios a
través de recursos propios (trapitos de estacionamiento, ventas de bebida y
comida los días de partido, reventa de entradas y venta de indumentaria, entre
otros).
Ninguno de
ellos sería posible sin la inacción o mejor dicho el acompañamiento de la policía,
socio y cómplice directo. Se trata del factor más importante para que todo esto
funcione. La policía se encarga de inculcar el pánico, de generar la violencia
o de abrir la puerta a ella, justo cuando irónicamente su labor se supone es
llevar el orden. Tampoco podemos dejar de lado acciones como porcentajes de
pases de jugadores, viajes pagos adonde juegue el club y zonas liberadas para
moverse con tranquilidad. Eso también implica a lo que ocurre con la selección
nacional. Pero aquello ameritaría una investigación más profunda y concreta. A
la lista de actividades debemos añadir amplia vida social en el club,
participación en actos políticos, blanqueo de sueldos y puestos fijos con
trabajos muchas veces inexistentes.
Javier
Cantero, presidente de Independiente electo en la última elección del 2011,
propulsó una lucha contra la corrupción en su club y contra los violentos que
roban sin pudor plata de la institución. Además de denunciar a la conducción
anterior por hechos de fraude, su mayor medida tiene que ver con el intento de
erradicación a la barra brava del Rojo. Se dedicó a hablar en cuanta ocasión
pudiese sobre esta problemática en nuestro país, e inclusive en un episodio se
enfrentó y acusó en persona a Bebote Alvarez (líder de la barra brava del club
de Avellaneda y cargo más alto de Hinchadas Unidas Argentinas).

Hemos
involucionado, no caben dudas. La tecnología y la democracia no hicieron efecto
alguno, ni siquiera las muertes nos sirvieron de experiencia. Todos saben lo
que pasa, pero nadie habla. Al que investiga, lo callan. Al que afloja, lo
apretan. Al que se mete en el camino, lo liquidan.
¿Qué
opciones se barajaron, con liviandad, hasta la actualidad sin ningún resultado
positivo? Quita de puntos, pérdida de localía, nula asistencia de público
visitante (en el ascenso viene ocurriendo hace rato en todas las categorías),
partidos a puertas cerradas, refuerzos en los operativos de seguridad (cámaras
y derechos de admisión), mayor cantidad de efectivos policiales, controles de
alcoholemia y estupefacientes. ¿Y? Ni un solo resultado positivo. Porque en la
cancha continúa presente la palabra MUERTE.


La estadística indica que 278 personas perdieron su vida por culpa de un espectáculo deportivo como es el fútbol. ¿No creen que 278, es suficiente número para poner un freno y para entender que algo anda mal? El fútbol está manchado de sangre, y eso no se borra fácilmente. A la espera seguimos que alguien tome la decisión de liderar un cambio, que por el momento, nadie quiso o se animó a hacer. ¿Cuánto tiempo de vida le quedará al fútbol argentino? Abramos paso a los optimistas, a los eternos hinchas enamorados. Tengamos la ilusión de que este deporte, pasión de multitudes, todavía se puede salvar.
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